jueves, 19 de noviembre de 2009

Encontros y despedidas

Mande notícias do mundo de lá
Diz quem fica
Me dê um abraço, venha me apertar
Tô chegando
Coisa que gosto é poder partir
Sem ter planos
Melhor ainda é poder voltar
Quando quero

Todos os dias é um vai-e-vem
A vida se repete na estação
Tem gente que chega pra ficar
Tem gente que vai pra nunca mais
Tem gente que vem e quer voltar
Tem gente que vai e quer ficar
Tem gente que veio só olhar
Tem gente a sorrir e a chorar
E assim, chegar e partir

São só dois lados
Da mesma viagem
O trem que chega
É o mesmo trem da partida
A hora do encontro
É também de despedida
A plataforma dessa estação
É a vida desse meu lugar
É a vida desse meu lugar
É a vida




copuesto por: M. Nascimento E F. Brant

Proceso de escritura de : todos, ciegos


Para empezar quiero explicar el Título de este ensayo; es honor a la argentinidad de Edie, una porteñita hermosa de 5 años que me pide que le de (¡por favor!) todos snupies y me cuenta que a su fiesta vendrán todas amigas del colegio. Entonces pensé que lo que resumía mejor el ensayo era que todos, ciegos (con un somos escondido en la coma).


El tema del ensayo se me presentó cuando iba por la mitad el libro de Janichiro Tanizaki, por la página 23 para ser exacta. Este libro llegó a mis manos gracias a mi maestra Julie Weisz y me permitió encontrar mi luz. El elogio de la sombra trata de eso, de encontrar la luz y la no luz que armen un clima especial que vaya acorde con lo que sentimos o que nos ayuden a formar sensaciones en los ambientes que habitamos. Lo que me sorprendió es que al autor le encanta la oscuridad, entiende a la sombra como no luz y eso me llevó a pensar en el no ver.


Recordé lo maravillada, casi aterrada que quedé después de leer el libro de Saramago, Ensayo sobre la ceguera y que a pesar del miedo que me provocaba recordar las escenas que me formé en la cabeza mientras leía el libro, años después pagué una entrada para ver esas mismas escenas en el film Ceguera de Fernando Meirelles. Y lo peor es que me gustó la película porque “lo hicieron tal cómo yo lo pensé” confirmando mi miedo morboso y luego a pedido de Maggie, leí el informe sobre ciegos que figura en el libro de Ernesto Sábato: Sobre héroes y tumbas.


Juntando eso empecé a escribir a partir de lo que para mí significa la ceguera: que en realidad todos estamos ciegos, en cierta medida y que por eso nos sentimos atraídos al tema de los ciegos. Cosa que confirmé cuando le di el ensayo a Mónica Prado y me dijo que mientras lo leía, sintió que cada párrafo la absorbía y quería saber qué seguía, qué decía después. Queremos saber, queremos ver…


Me gustó lo de la digresión, suelo divagar cuando hablo, así que me pareció un camino fácil, pero luego me di cuenta de que no divagaba tanto como creía porque siempre me mantenía en la línea de la ceguera y al final lo que empezó como un tema principal (la luz y la sombra) se volvió solo un pretexto.


Otra aclaración: lo de los monstruos también se lo debo a Edie, que mantiene en su cuarto un Spoka Rojo que nunca apaga ya que según ella: “todos mostios se alejan cuando hay luz”

Todos, ciegos.




Por Débora Lara Salvatierra*

“¡Ve extraño, acude a las Ninfas, toma sus armas y hazte invisible, eso no te ayudará.
Mi hermana helará el aliento en tu garganta!
¡Allá va hermana, se acerca!”


-Del mito griego Preseo y la Gorgona-


Muchos se sienten atraídos morbosamente hacia el mundo de los ciegos, como Fernando Vidal Olmos[1], que en su delirio convirtió a los ciegos en monstruos pertenecientes a una secta que controlaba el mundo, o como los personajes de Saramago, que empezaron a perder la vista luego de estar cerca del primer ciego, el cual desató una epidemia, en la que todo el mundo quedó en tinieblas blancas. Las historias sobre estos personajes son muy comunes y en la literatura hay otras tantas que no he leído o que están por escribirse.

Confieso la intriga que me provocan estos seres que poseen cualidades que, los que tenemos -aparentemente- todos los sentidos, no podemos llegar a desarrollar.

Confieso también que temo dejar de ver, como en la epidemia de Saramago, por eso trato de no acercarme a los ciegos, por si acaso, no me gustaría darme cuenta de que en realidad todos somos ciegos, en cierta medida.

No queremos dejar de ver, necesitamos estabilidad, referencia, conocer, sabemos que las cosas existen porque las vemos, y luego las tocamos, los ojos son nuestra mejor herramienta para conocer el mundo. Luego de cada viaje mostramos las fotos que sacamos, los tickets de los museos a los que fuimos y todos los pequeños recuerdos que traemos con nosotros, únicos comprobantes de nuestra travesía, el signo icónico o indicial que corrobora nuestros relatos, nuestras anécdotas, si está en fotos es porque realmente pasó, no cabe duda de que estuvimos en Madrid y si vemos la fecha en la foto mejor, no hay lugar a réplica. Nuestros ojos nos muestran el mundo, tal como es.

Pero ¿qué pasaría si nuestros ojos, nuestros mejores compañeros de viaje nos abandonan? Y peor ¿Si no son sinceros con nosotros? ¿Si nos ocultan lo que les pasa…?
¿Podríamos confiar “ciegamente” en un sentido atrofiado, en un sentido que nos muestra ciertas partes de la realidad?
Pero ¿a qué le tenemos miedo?, ¿por qué no queremos dejar de ver?

El libro de Janichiro Tanizaki, El elogio de la Sombra, no solo enaltece a la sombra (que a mi entender es el contraste que brinda la luz al chocar con un objeto) sino que elogia la oscuridad total, esa “oscuridad densa de color uniforme, sobre la que rebota, como sobre un muro negro, la luz indecisa del candelabro, incapaz de reducir su espesura… me pareció que iban a meterse en mis ojos (las tinieblas) y, a pesar mío, parpadee[2] ”. Pareciera que la negrura de la sombra le da un encanto natural a las cosas, como si para los orientales, a los que refiere el libro, la luz fuera un obstáculo a los ojos, algo que no los deja ver.
¿Se ve mejor sin luz? ¿Todo es más bello en la penumbra?

No poder saber qué hay al otro lado o en el interior de esa densa oscuridad, tenemos miedo de chocar o de tocar algún monstruo que de pequeños no nos dejaba dormir o que permitía a nuestras madres tener la satisfacción de ver cómo tomábamos su horrenda sopa.
Si no podemos ver, podemos caer por la falta de referencia que tendría nuestro cerebro. Vacío, le tenemos miedo al vacío y a lo no conocido, no queremos ir por el mundo con los brazos abiertos y tener miedo de dar el siguiente paso, no queremos arrastrar los pies, tantear, hacernos daño, suficientes cosas desconocemos como para tener la carga de no saber por dónde vamos, no poder ver el camino.

De pequeña odié el juego de la gallina ciega, luego de las veinte vueltas con los ojos vendados, buscar a mis amigos con los brazos extendidos teniendo como referencia sus voces que me llamaban en todas direcciones, me sentía tan sola, tan desorientada, hasta que uno me tocaba y yo no podía atraparlo, se me escabullían, otra vez la soledad. Será que la oscuridad nos deja solos con nosotros mismos y qué peor situación la de quedarse con alguien a quien se conoce tanto y tan bien…

La oscuridad despierta a los peores monstruos que están dentro de nosotros, nuestros temores, nuestras iras, nuestra verdadera personalidad que bajo la luz se vuelve bella y que en la oscuridad nos es insoportable. No por gusto las paredes de los manicomios son blancas…
Cuando estamos a oscuras aparecen las hermanas de Medusa, las horribles Grayas que se pelean por tener aunque sea por un momento en su poder, el único ojo que poseen las tres, hasta los monstruos desean ver, hasta las Grayas se sienten solas y perdidas si no ven más allá de su ser, más allá de su espantoso ser.

Pero en realidad le tememos a algo que está muy dentro de nosotros, algo con lo que convivimos, todos somos ciegos, nuestros ojos no ven todo el tiempo, le tememos a nuestra propia oscuridad. El responsable de esta ceguera es el nervio óptico que en el punto donde nace no tiene células sensibles a la luz lo que crea el punto ciego, pero nuestro cerebro suple la información faltante con lo que ve el otro ojo, así vemos “por intervalos” tan rápidos que no nos percatamos de nuestra ceguera.

Con esa precaria visión nos enfrentamos a “esa especie de sombra que es la realidad que nos rodea” y nos damos cuenta que no todos vemos lo mismo y que no todos vemos: hay cosas que se nos escapan, hay realidades que no conocemos y no lograremos percibir nunca con nuestros propios ojos. Estamos inmersos en este mundo donde todo es como un gran punto ciego y donde, hagamos lo que hagamos, no veremos nada como realmente es.


*La autora es estudiante de Comunicación
en la Universidad de Buenos Aires.


[1] Personaje del Libro Sobre Héroes y Tumbas de Ernesto Sábato.
[2] Pag 23 y 24

martes, 18 de agosto de 2009

Lembranças



Hace una semana vengo pensando qué le gustaría para este año a Amara. Concentrado en eso pasé todo mi viaje a Lyon con los ojos hinchados de tanto tragar imágenes, objetos, sueños o sensaciones que pudiera llevar conmigo a mi regreso y ofrecérselos para alegrar su alma. Viajo cada año para conseguir nueva mercadería, tengo proveedores en , Valencia, Ámsterdam , La Massana y otras ciudades a las que voy cada cierto tiempo, dependiendo de los pedidos que me hagan o de las novedades que consigan mis socios en esas ciudades. Me quedé una semana en Francia, ahora estoy en la Auo Estrada do Norte que me llevará a Lisboa donde tengo mi campamento fijo, si se puede decir fijo ya que todos viajamos buscando otros rumbos o buscando otros mercados, pero siempre volvemos a Alenquer, sobre todo en esta época del año.


Cansado, sin lágrimas y sin corazón recorro una vez más, el camino que me lleva al río Tajo donde me encontraré con Amara. Decidí llevarle un girasol, que representa la adoración que aún le tengo.


Aunque llegué temprano, la fiesta parece ya estar lista. El atardecer es maravilloso, hace un poco de frío pero no importa ahora, hay fríos que son más difíciles de soportar. Vine al Tajo para asistir a la Ceremonia del Río donde cada año, cada 8 de abril, todos los gitanos nos reunimos para festejar nuestro día y para homenajear a nuestros seres queridos que ya no están. La Ceremonia del Río es una celebración que se realiza en todo el mundo. El río representa la historia gitana: un pueblo sin patria que fluye entre diferentes países sin miedo a las fronteras. La ceremonia empieza con una serie de discursos a cargo de los gitanos mayores y luego bailamos y cantamos disfrutando de la vida y de la libertad, luego lanzamos nuestras ofrendas al río y la fiesta sigue en casa.


Gelem, gelem lungone dromensarmaladilem baxtale RromençarA Rromalen kotar tumen avenE chaxrençar bokhale chavençar
A Rromalen, A chavalen
Anduve, anduve por largos caminosEncontré afortunados romàAy romà ¿de dónde veníscon las tiendas y los niños hambrientos?¡Ay romà, ay muchachos!


Teníamos diecinueve años cuando nos juntamos, tuve que raptarla porque sus padres no consintieron nuestra unión. Elegimos separarnos del clan ya que si aparecíamos de nuevo en el campamento Amara sufriría mucho por la falta a su honra, su familia la negaría y no nos pareció justo pasar malos momentos por algo tan puro como nuestro amor.

Emprendimos el viaje a Düsseldorf, sin pensar que ese sería el peor viaje de nuestras vidas. Al llegar a Eller nos percatamos de la hostilidad alemana, comenzaba el año 1933 y logramos entrar al territorio donde nos encontraríamos con un amigo de la infancia, Josué, con el que habíamos pasado muchos años en Villa Presépio[1], donde nacimos. Chegamos para a Alemanía no momento preciso que o terrivle començou, foi no momento que començou que fuimos levados pelo terrivle.


En febrero empezaron a negarnos los derechos civiles y a tratarnos peor que animales por el simple hecho de tener sangre gitana. Los alemanes nos veían como amenaza para su pureza racial, sin darse cuenta que nosotros nunca nos mezclaríamos con Gadjés[2] y que no podríamos amenazar con nuestras costumbres a ninguna raza, pero, ¿qué raza?, todos somos parte del mundo, el mundo nos pertenece por igual solo que los gitanos preferimos no formar parte del reparto de tierras ya que nuestra tierra, nuestro territorio es el mundo, nuestro hogar es el camino.


Su cabello era negro, completamente negro. Empezó a usar un dikló para cubrírselo luego de nuestra boda en Alemania, las mujeres casadas deben envolverse la cabeza con un pañuelo para que todos sepan su condición de mujer comprometida, y ella lo llevó siempre con orgullo. Sus ojos, negros como el ébano; sus manos, muy pequeñas, al igual que sus pies, su asombro no conocía límites, miraba todo como si fuese la primera vez que lo veía y contemplaba todo con tanto amor, desde una hoja tirada en la vera hasta un colibrí sobre una cerca, ela tinha o dom de respirar libremente, conseguia que todo fosse mágico, conseguia que todo valesse a pena.


Nuestra boda fue hermosa, con cuatro invitados y sin dote, con pocas joyas, vestidos de blanco y sin las tres rosas, es que no hacía falta demostrar la pureza de Amara y además no teníamos ajuntaora que diera fe de la veracidad de la sábana blanca, así que no hubo ni navaja, ni rosas. Josué ofició como testigo y nos unimos bajo nuestras propias reglas, Josué y su esposa nos colocaron en las rodillas pedazos de pan y sal para la felicidad y luego empezó la fiesta, invitamos a todos los que pudimos, aunque fueran gitanos no conocidos y como en las épocas de juventud en Alenquer, cuando cualquier ocasión era buena para festejar, sacamos los violines, los lauds y los panderos y bailamos hasta el amanecer.


No tenía talento para las artes adivinatorias, pero, por Santa Sara! como bailaba!


Amara y yo hacíamos buena pareja, llevaba el ritmo junto a mi violín como si fuera parte de él, a veces me parecía que no era yo el que lo hacía sonar, sino las caderas de Amara que le ordenaban qué hacer, era lo más cerca que estuve en mi vida de presenciar Magia real.
M´ra shtrako hin duy malla
Mange pera, vodjyi cavlya;
Kamaviben te piben
Taysa hin bashapen…[3]


Cuando llegamos a Alemania Josué nos advirtió del creciente rechazo a los gitanos, pero en casi todos los pueblos por donde pasamos el rechazo era evidente, hasta hoy nos consideran diabólicos por nuestras destrezas físicas y porque nuestras mujeres leen la buenaventura las llaman brujas y nos creen peligrosos por algunos gitanos que no nos honran dejándose llevar por la vida fácil, claro que hay algunos pueblos que están acostumbrados a nosotros, nos dan un lugar para acampar y visitan nuestras ferias, allí vendemos las novedades que traemos de otros pueblos y demostramos nuestros bailes, nuestra música y divertimos a la gente, les hacemos pasar un buen rato con nuestros juegos y las demostraciones de destreza y fuerza que realizan los jóvenes, comerciamos con los Gadjé; aunque nos miran con curiosidad se relacionan con nosotros como iguales. Pero en Alemania no.


Cuando llegamos nos prohibieron el libre tránsito y nos quedamos en la casa de Josué, hace un tiempo él consiguió una casa y se apropió de ella ya que aparentemente respetaban más a los gitanos establecidos y no errantes. Amara y yo éramos errantes, tuvimos que acostumbrarnos a estar en una casa, encerrados sin poder ir a un bar a trabajar, tocando el violín y bailando para la gente, o a divertirnos, tampoco podíamos ir a comerciar a la plaza, no podíamos hacer nada porque este tipo de Gadjé era peor que los demás, no nos querían cerca pero nos dejaban entrar a su país. Luego de unos meses, en los que ya sabíamos por dónde caminar para que no nos agredieran, empezaron a pasar grupos de militares tomando registro de nuestros nombres y nuestro domicilio, entonces decidimos salir, seguir el camino, buscar otro sitio donde vivir, pero fue imposible. No permitieron que ninguno salga y en la frontera nos encerraron por una semana en la que me golpearon y me marcaron con un fierro al rojo vivo en la pierna, mientras gritaban: “Der teufe, schmutzig zingeuner![4]”.


A Amara no la vi hasta que nos soltaron, tenía un corte profundo en su vientre, su silencio resumió todo.


Regresamos a Eller y nos volvimos a refugiar en la casa de Josué y su familia.


La ceremonia empezará a las seis de la tarde y va a tocar Pere Pubill Calaf, este año prometió venir al Tajo aunque él es de Cataluña, pero como buen gitano, al final el lugar no importa, la ceremonia es la misma, el sentimiento no cambia. Nos va a regalar su gran Flamenco, mezcla de música turca, árabe y gitana. También va a venir Ramón el Portugués al que no veo desde 1970, cuando fui a Madrid y visité el tablao “Torres Bermejas” que con su decoración repleta de colores cálidos, cortinas y arcos en las paredes, remite a Alhambra. Van a ser 10 años, 40 que no veo a Amara.


La “ley para la prevención de la herencia genéticamente deficiente” también fue aplicada a los judíos, pero empezaron con nosotros, no sé si a modo de experimento (para que no falle) o porque nos veían más peligrosos… “genéticamente” hablando…


Ellos sabían que es muy difícil no enamorarse de una mujer gitana, su hermosura es universal, y aunque algunos digan que son hechiceras, lo cierto es que la pureza trasciende cualquier rasgo. La mujer gitana te enamora con una mirada, con un movimiento de cadera o con su jabe[5] que es irresistible.


Había que aplicar “medidas” para controlar la pasión, lo mejor para ellos era intervenir su vientre, sacarle del cuerpo la capacidad de reproducirse, quitarnos las entrañas lastimando a nuestras mujeres. No hay peor agravio para nosotros que herir a nuestras mujeres y ellos lo hicieron, ellos nos cortaron un pedazo del alma.


Solo mediante el Fado logro resumir el dolor que siento desde que perdí a Amara. Ahora, que ya terminaron los discursos, canta Amália Rodrigues, y su voz cala mi alma, no lloro porque ya no tengo lágrimas, las perdí hace 40 años, y ya no me importa no poder llorar, cuando uno ha visto el horror con sus propios ojos, estos se niegan a existir, se quedan allí porque sí, cada noche siento cómo luchan por escapar de mi rostro, si pudieran hace mucho hubieran huido. Ter estado no campo de concentraçao não vai-se do cerêbro, não vai-se jamais, nunca pode-se esquecer.


El Fado… la propia Amalía una vez lo definió de este modo: “Amor, celos, ceniza y fuego, dolor y pecado. Todo esto existe, todo esto es triste, todo esto es el fado.”


Eu vivi o fogo, as cinzas, o dor, o amor… a minha vida pode-se reduzir a Fado, e assim podería ser mais frumuosa.


En 1939, cuando pensamos que todo iba a pasar y que seguiríamos juntos buscando otro rumbo, otra ciudad, pasó lo inevitable. Los militares nazis entraron a la casa y nos tomaron por la fuerza y nos mandaron en vagones de ganado a Sachsenhausen, un campo de concentración de los creados para separar a las “razas”, fuimos puestos en un mismo cuarto, mujeres y varones, estábamos condenados a encarcelación, trabajos forzados y por último a masacre por ser de “raza inferior”. Nos humillaron, nos maltrataron, y nos dejaron sin nada, como vinimos al mundo para que eventualmente muriéramos de frió, hambre, cansancio, pena, lo que venga primero. A los gemelos y los enanos se los llevaron, para hacerles crueles investigaciones seudo médicas. Si por la falta de comida o por los trabajos forzados quedabas incapacitado de alguna manera, eras fusilado, estaba todo preparado para que muriésemos todos, los trabajos eran absurdos: transportar piedras inmensas por escalones interminables hacia un lugar baldío y luego volverles a transportar, sin comida, sin agua, moriríamos de todos modos, el frío nos calaba los huesos y por la angustia, en las noches, no podíamos dormir. Éramos más de tres mil personas amontonados, todos juntos, desnudos y sin esperanza. A veces Amara me hablaba del paprikache, el proshime, el saviako, el bokoli, comidas gitanas que hace mucho no probábamos, desde que llegamos a Alemania.


Finalmente, se la llevaron. Amara había contraído una de las enfermedades que permanecían con nosotros a causa del hacinamiento y la falta de condiciones higiénicas, le dio… no lo sé…se fue consumiendo, supongo que también fue la pena, los gitanos no podemos estar encerrados, nuestro mayor tesoro es la libertad, ella se enfermó, los guardias la sacaron al patio y vi cómo le prendían fuego. Ardió ante mis ojos y en mi afán por salvarla destruí con lo último que me quedaba de fuerza, los tubos que estaban por encima de la pared, mis compañeros me siguieron y salimos a darle batalla a los guardias que solo atinaron a dispararnos. No conseguí salvarla.


Sàsa vi man bari familjaMudardás la i Kali LègiaSaren chindás vi Rromen vi RromenMaskar lenoe vi tikne chavorren
A Rromalen, A chavalen
También yo tenía una gran familiafue asesinada por la Legión Negrahombres y mujeres fueron descuartizadosentre ellos también niños pequeños
¡Ay romà, ay muchachos!


Corrí, corrí lo más que pude, salté la cerca y seguí corriendo sintiendo a mi alrededor las balas que no llegaban a alcanzarme. Corrí. Me detuve en Glashütte y me di cuenta que éramos cinco los que logramos escapar, juntos buscamos ropa, había una casa en la que nos refugiamos, al parecer sus habitantes también habían sido llevados prisioneros, estaba completamente desbaratada. En ese lugar lloré toda la noche a Amara y deseé nunca haber emprendido el viaje desde Alenquer. Me odié por haberla raptado y me odié por amarla tanto. Ya que no pude seguir los ritos funerales, como quemar sus pertenencias u ofrecer una Pomana[6] dejé un mechón de mi cabello en el patio de esa casa que nos refugió por un tiempo, yo soy parte de ella así que como no pude enterrarle, me enterré a mí mismo.


No se llevó nada.


Acostumbramos poner en la tumba de nuestros difuntos una moneda, para que pueda pagar o canoeiro a travesia do grande rio que separa a vida da morte.


Ella no se llevó nada.


Nos escondimos en diversos lugares y tuvimos que hacer miles de malabares para sobrevivir, al finalizar la guerra nos refugiamos en Alemanía occidental, en Hannover, donde los gitanos encontramos mayor comprensión, el gobierno empezó a crear medidas que facilitaban nuestra asimilación.


Putar Dvla te kale udaraTe saj dikhav kaj si me manusaPalem ka gav lungone dromençarTa ka phirav baxtale Rromençar
A Rromalen, A chavalen
Abre, Dios, las negras puertasque pueda ver dónde está mi gente.Volveré a recorrer los caminiosy caminaré con afortunados calós
¡Ay romà, ay muchachos!


Ahora soltamos globos azules y verdes que se alzan al cielo buscando que los deseos de los gitanos: libertad, salud y un mundo de cambios lleguen a los oídos de Daenna, nuestra madre y de Santa Sara, la virgen negra que se alegren con nosotros y nos guarden, luego arrojamos nuestras ofrendas al Río.


Opre Rroma isi vaxt akanaAjde mançar sa lumáqe RromaO kalo muj ta e kale jakhaKamàva len sar e kale drakha
A Rromalen, A chavalen
¡Arriba Gitanos! Ahora es el momentoVenid conmigo los romà del mundoLa cara morena y los ojos oscurosme gustan tanto como las uvas negras¡Ay romà, ay muchachos!


Amara, ahora ves el Tajo cubierto de colores y de velas. Fuego que va al mar, que se deja llevar por el río, como nosotros que nos dejamos llevar por el camino, fuego que recuerda a nuestros hermanos, a nuestros amores perdidos en el holocausto. Dejo caer el girasol que te traje mientras canto en voz alta nuestro himno… A Rromalen, A chavales!... y con orgullo, doy gracias a dios por ser gitano.


[1] Alenquer, ciudad de Lisboa – Portugal , conocida también como Villa Presépio (Villa Precipicio)
[2] En lengua Romaní, idioma oficial de los gitanos: término con el que se designa a un no gitano.
[3] Mi violín tiene dos camaradas / que me sorben la médula / amor y sed se llaman / y me acompañan a mí, músico…
[4] En alemán: “maldito seas, gitano sucio”
[5] En Romaní: comida.
[6] Banquete que se brinda a los familiares y amigos en nombre del difunto para festejar su paso al otro mundo.

jueves, 6 de agosto de 2009

sobre el proyecto


Al estar todo el mes sin la comodidad del ordenador en casa no se me hizo cómodo venir todos los días a escribir algo en el blog sobre el avance del proyecto, por lo que cuando estuvo "listo" lo subí a la página... ahora es un buen momento para rememorar.


La abuela siempre dijo que eramos gitanos... la abuela nos enseñó a sentir más allá de la piel, a estar más atentas al mundo físico y espiritual, ahora que no está la abuela y debido a los continuos cambios de residencia que experimentamos en estos dos últimos años, cuando busqué tema para el proyecto se me ocurrió la vida de un gitano. La ceremonia del Rio, la muerte, los viajes y los sueños, me llevaron a escribir este cuento que aún no tiene nombre y aún no está completo...


Lo primero que hice fue buscar entre los libros que trajimos de casa y encontré las notas que tenía mi hermana sobre los gitanos de Portugal, de los cuales descendemos, según la abuela, y empecé a pensar qué quería contar, siempre me llamó la atención la muerte y las distintas formas de entenderla por eso lo que quiero redondear en el cuento es la visión de la muerte que tienen los gitanos.


El libro que usé de referencia es Los Gitanos de J.P. Clébert, fragmentos de Gitanos Para su bien o mal de Jorge Nedich y Fragmentos de El aliento negro de los Romanies, del mismo autor, del cual también conseguí notas periodísticas e investigaciones sobre los gitanos.

El libro de Clébert tiene la visión más contraría a la romántica que postula mi cuento, contiene todos los males que se le puede achacar a los gitanos, todos los vicios.

Creo que empezó a ponerse romántico y melancólico, antes que tétrico, porque lo escribí escuchando fados y de hecho algo se coló.


Adonay es un hombre que sobrevivió al Holocausto, en el momento del cuento tiene 65 años por lo que divaga un poco y habla en presente y pasado. Se habla a sí mismo, pero al final del cuento se dirige a Amara, su novia de toda la vida, a la que perdió en el campo de concentración.


El territorio que escogí fue China Japon, por el contraste de las culturas, la gitana y la occidental, ý en el caso particular, la visión que tienen los Nazis de lo Gitanos y viseversa. Y también el de los Mitos por el héroe que viaja y supera dificultades.


Ahora estoy en la última étapa, en la que redondedeo lo escrito gracias a los comentarios de Romi y de Emilia y los consejos de la Profe Claudia.


miércoles, 15 de julio de 2009

gitanos

estoy tratndo de saber màs sobre los gitanos... màs a parte de lo que tengo en las venas. Busco...
Ahora tengo un bosquejo que se basa en la ceremonìa del rio... trancurre en 1980 y ya.
falta terminarlo para luego rellenarlo y corregirlo. tengo tres pàginas y aùn no sè si crecerà màs porque cerraron la biblioteca y me quedè sin un lugar tranquilo para escribir.
Estoy sin compu... la proxima semana tratarè de subir algo màs por este medio.

miércoles, 24 de junio de 2009

MIRAFLORES




El viaje, como siempre, transcurría monótono y sin mayor contratiempo, las calles y la gente con su rutina, los puentes, el mar, el dulce mar de Grau.

De mi casa a la escuela de danza hay una hora y media de camino en un solo ómnibus, se atraviesan tres distritos y se contempla parte de la costa limeña. En el trayecto se pasa por el puente Villena, famoso por ser el sitio predilecto para perder la vida, teniendo como última postal el barranco y el mar, fotografía perfecta que usan también los que están a punto de crear vida, a pocos metros en el Parque del Amor, así en ese pedazo de tierra miraflorina, Thanátos y Eros cruzan del puente a La Alameda.
Al parque lleno de Ficus en este caso.

Era una linda tarde de verano en la preciosa y a veces maltratada Lima, iba en un ómnibus junto a mi hermana con rumbo nor-oeste a disfrutar de la clase de Danza en el distrito de Miraflores.Estábamos a quince minutos del puente cuando el carro se detiene para que suban los pasajeros, entre ellos sube u chico de unos 24 años (la exactitud de la edad proviene de la visión de mi hermana) que sube al bus con el dorso desnudo y el polo amarrado en la cintura.

De repente el chofer empieza a gritar y el cobrador a insistir que el chico se baje, nadie entiende porqué, si el chico estaba sobrio y estaba dispuesto a pagar su pasaje; todos gritan, las señoras empiezan a echar leña al fuego y ni siquiera saben a qué fuego,ni a quién apoyar, mi hermana y yo nos mantenemos calladas tratando de entender qué pasa. Curva en Armendáriz, a la derecha y luego a la izquierda, el carro se detiene y el chico se baja.

Lo vemos agacharse en la esquina a una cuadra del puente. Recoge algo y furioso, lo lanza contra el ómnibus, es una piedra que rebota justo contra la ventana que está a mi lado, el carro sobrepara y empiezan a caer más cosas contra las ventanas, que de suerte, no se rompen. Yo me agacho hacia las piernas de mi hermana que se vuelve sobre mí.

El carro reinicia la marcha y al incorporarme veo al chico con el torso desnudo y las manos sucias caminar lentamente con dirección al puente.

EL TIEMPO DETENIDO *

* segunda versión, tratando de explicar...

En la seguridad de mi habitación, revisando viejas fotos y ordenando viejos recuerdos, encontré una carta. La caligrafía era tosca, casi llegaba a lastimar el papel, la tinta azul y roja con la que se escribió me hizo volver a la época en la que hacía tareas para el colegio: Títulos en negro, contenido en azul y subrayados en rojo.
Era mi letra, sin duda, pero no me recordaba nada… el papel era viejo, sin bordes y sin renglones; estaba muy ajado y casi roto. Me animé a leerla ya que no me evocaba nada. La carta estaba dirigida a mi abuela, en ese entonces, recientemente fallecida. En ella le pedía que se mantenga cerca de nosotros y que no deje de brillar, entre otras cosas le decía que si encontraba a Casiopea le pidiera que venga a visitarme, porque quería conocer al Maestro Hora.

Entonces me llegó un intenso olor a humo de puro, no cigarro, puro, tabaco amargo, tabaco enojado, sin sonrisas, sin amor.

Suelo tener momentos en los que sin pensar en nada determinado me llega un olor o una sensación, lo molesto es que me lleva a tiempos perdidos en mi memoria pero no sé identificar a qué tiempo se remite; ni la edad, ni la situación, es el sentir que ese “recuerdo” en forma de sensación me tiene que remitir a algún lugar, que casi nunca llego a hallar.
El olor a tabaco seguía en el cuarto, terminé de organizar las cosas y me fui a dormir con la carta aún en la mano.Sabiendo que era imposible seguir el rastro del humo, lo dejé “olvidado”.

Al día siguiente me di cuenta que el humo seguía en mi habitación, sólo en la habitación.Más tarde al mediodía, fui a comer a mi restaurante favorito, uno de comida rápida muy conocido en la ciudad, de esos que saben a cartón, que llenan pero no alimentan. Las mesas altas y la gente que iba y venía con la comida en bolsas de papel, los encargados trabajando mecánicamente, rutinariamente y sin errores, parecía que estaba en una fábrica y no en un restaurante. Recordé entonces a Momo, la niña de los ojos grandes, que con solo escuchar podía cambiar al mundo y súbitamente recordé la imagen que, de niña ( al leer momo de Michael Ende) creé del Maestro Hora que en la Calle de Alguna parte y con la ayuda de Casiopea, la tortuga que tenía su propio tiempo y sabía lo que iba a suceder con media hora de anticipación, cuidaba el tiempo de los hombres, que se materializaba en las hermosas flores horarias, de las garrar de los Hombres grises, pequeños hombrecitos que estaban compuestos por el tiempo que los hombres “ahorran” y que lo consume en sus puros que están hechos de flores horarias muertas.

Sin quererlo y sin planearlo recordé porqué le había pedido a mi abuela que me mandara a Casiopea, me dio pavor entenderlo y vi a mi alrededor buscando, el olor a humo llegó al restaurante y comprendí que me habían encontrado.Salí corriendo dejando todo, regresé a casa me encerré en la habitación donde el olor a Humo se había vuelto más intenso, miré mi reloj y eran las 12 del mediodía, miré el reloj de mi cuarto y eran las 12 del mediodía, “¿hace cuánto son las 12 del mediodía?”Me dejé caer al lado de la cama, esperando lo peor, esperando que nunca más se mueva el tiempo, y temiendo que Casiopea nunca me encuentre.

jueves, 11 de junio de 2009

ENTRE UN GATO Y UN MAR


En una casa pequeña, alejada del bullicio, transcurrió mi infancia. Recuerdo los relatos de mi padre sobre nuestra maravillosa cultura y los tiernos cuentos y canciones que nos dedicaba mi madre antes de dormir. Las tardes se llenaban de música cuando mi padre (al mando del rondín) y mi madre (dando la primera voz) nos entretenían, evitando así, que veamos televisión.

A los cuatro años empecé a escribir. Aún guardo tarjetitas de “felicidades” que entregaba para cada fecha especial. Pero si tuviera que buscar y marcar mi primera producción literaria tendría que mencionar un poema que escribí a los ocho años, dedicado a mi gato que una mañana apareció muerto en la puerta de mi casa, fue tal la indignación y la pena que sentí, que le armé un soneto (atormentada por Neruda) en un papel cuadriculado de uno de mis cuadernos. Desde ese entonces sólo escribo cuando realmente quiero hacerlo, cuando algo llama poderosamente mi atención o me hace sentir algo, lo que sea, busco un papel y lo escribo. Suelo empezar por el título y no parar hasta terminarlo o sentir que está terminado. Me dediqué más a poemas, sólo escribí un cuento corto y traté con un guión pero cada vez que lo leo me doy cuenta de que es muy malo. No escribo en cuadernos ni en servilletas y no creo que mi “obra” trascienda, sólo escribo para mi y muchas veces he incluido mis pequeñas obras en tareas para el colegio, el que más orgullo me dio fue un poema muy largo titulado “Cuando despunte el alba” que me valió el 31 en literatura, que me dejó atónita ya que en Perú califican sobre 20 puntos.
El último poema que recuerdo fue “Sobre el mar del norte”, que se lo dediqué a un desamor, los demás están por allí, esperando ser leídos o escondiéndose.

Ahora escribo cartas, a mi familia le encanta recibirlas y a mi me encanta enviarlas, nunca escribí un diario y no pienso tener un blog, y aunque lleguen con 10 días de distancia seguiré escribiendo recuerdos o sentimientos en forma de signos.

EL TIEMPO DETENIDO


En la seguridad de mi habitación, revisando viejas fotos y ordenando viejos recuerdos, encontré una carta. La caligrafía era tosca, casi llegaba a lastimar el papel, la tinta azul y roja con la que se escribió me hizo volver a la época en la que hacía tareas para el colegio: Títulos en negro, contenido en azul y subrayados en rojo.
Era mi letra, sin duda, pero no me recordaba nada… el papel era viejo, sin bordes y sin renglones; estaba muy ajado y casi roto. Me animé a leerla ya que no me evocaba nada. La carta estaba dirigida a mi abuela, en ese entonces, recientemente fallecida. En ella le pedía que se mantenga cerca de nosotros y que no deje de brillar, entre otras cosas le decía que si encontraba a Casiopea le pidiera que venga a visitarme, porque quería conocer al Maestro Hora.

Entonces me llegó un intenso olor a humo de puro, no cigarro, puro, tabaco amargo, tabaco enojado, sin sonrisas, sin amor.

Suelo tener momentos en los que sin pensar en nada determinado me llega un olor o una sensación, lo molesto es que me lleva a tiempos perdidos en mi memoria pero no sé identificar a qué tiempo se remite; ni la edad, ni la situación, es el sentir que ese “recuerdo” en forma de sensación me tiene que recordar algo, que casi nunca llego a recordar, me aferro entonces a ese sensación con la esperanza de rastrear el recuerdo, pensando que si lo mantengo un minuto más, llegaré a recordar. Pero siempre se va, desaparece como vino y me deja con miedo porque talvez ese recuerdo pertenecía a una parte importante de mi vida y ni siquiera sé cuál.

El olor a tabaco seguía en el cuarto, terminé de organizar las cosas y me fui a dormir con la carta aún en la mano.
Sabiendo que era imposible seguir el rastro del humo, lo dejé “olvidado”. Al día siguiente me dí cuenta que el humo seguía en mi habitación, sólo en la habitación.
Más tarde al mediodía, fui a comer a mi restaurante favorito, uno de comida rápida muy conocido en la ciudad, de esos que saben a cartón, que llenan pero no alimentan. Las mesas altas y la gente que iba y venía con la comida en bolsas de papel, los encargados trabajando mecánicamente, rutinariamente y sin errores, parecía que estaba en una fábrica y no en un restaurante. Recordé entonces a Momo, la niña de los ojos grandes, que con solo escuchar podía cambiar al mundo. Sin quererlo y sin planearlo recordé porqué le había pedido a mi abuela que me mandara a Casiopea, me dio pavor entenderlo y vi a mi alrededor buscando, el olor a humo llegó al restaurante y comprendí que me habían encontrado.
Salí corriendo dejando todo, regresé a casa me encerré en la habitación donde el olor a Humo se había vuelto más intenso, miré mi reloj y eran las 12 del mediodía, miré el reloj de mi cuarto y eran las 12 del mediodía, “¿hace cuánto son las 12 del mediodía?”

Me dejé caer al lado de la cama, esperando lo peor, esperando que nunca más se mueva el tiempo, y temiendo que Casiopea nunca me encuentre.